Los arquitectos

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Luis Laorga (1919-1990)

Luis Laorga nació en Madrid en 1919 y está considerado como uno de los arquitectos que impulsó la renovación de esta disciplina a mediados del siglo XX. Su figura está íntimamente ligada a la del prestigioso Francisco Javier Sáenz de Oiza puesto que trabajaron juntos en muchos proyectos. Destacan entre esas colaboraciones el proyecto de construcción de la nueva Basílica de Arantzazu y la Basílica Hispanoamericana de la Merced en Madrid. Los dos figuraron entre los principales exponentes de la Escuela de Arquitectura de Madrid que en los años 50 encabezó la vanguardia de la creación arquitectónica.

Francisco Javier Sáenz de Oiza (1918-2000)

Francisco Javier Sáenz de Oiza nació el 12 de octubre de 1918 en Cáseda (Navarra) y es una de las figuras más destacadas de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX. Se licenció en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1946, recibiendo el premio al mejor expediente académico. Becado por la Academia de Bellas Artes, en 1947 viajó a los Estados Unidos para ampliar sus estudios. A su regreso fue profesor de Salubridad e Higiene en la Escuela de Arquitectura de Madrid y, después, de Proyectos. En 1968 logró la Cátedra de esa asignatura y ejerció como director de la escuela desde 1981 hasta 1983.

Se dedicó simultáneamente a la enseñanza y a la creación. Su trayectoria como arquitecto supera el historicismo de la posguerra y evoluciona hacia el racionalismo y el organicismo. Entre sus obras destacan la Basílica de Arantzazu, el edificio Torres Blancas, la Torre del Banco de Bilbao, los pabellones del recinto ferial Juan Carlos I en Madrid y el Museo Oteiza en Alzuza (Navarra). En 1989 recibió la Medalla de Oro del Consejo Superior de Arquitectos de España y en 1993 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

El escultor

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Jorge Oteiza (1908-2003)

Jorge Oteiza nació en Orio el 21 de octubre de 1908. Escultor, poeta, filósofo y arquitecto vocacional fue uno de los artistas más importantes del siglo XX y figura clave de la vanguardia de la década de los 50. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1988 y la Medalla del Círculo de Bellas Artes en 1998.

En 1927 se trasladó a Madrid con el propósito de estudiar arquitectura, pero finalmente se matriculó en medicina. Tres años después dejó la carrera para apuntarse en la Escuela de Artes y Oficios. En 1935 marchó a América del Sur, donde compaginó durante años la creación con la enseñanza. A su regreso en los años 50 luchó por la revitalización del mundo artístico vasco con la creación de grupos vanguardistas como Equipo 57, Gaur, Emen, Danok y Orain. Fue entonces cuando se le encargó la escultura para decorar la fachada de la Basílica de Arantzazu.

Su obra evolucionó desde las formas expresionistas a una reflexión sobre el vacío que pasó a ser la protagonista en sus obras. Con ello pretendió expresar “el vacío existencial del espíritu humano”. En los años 60 abandonó la práctica escultórica convencional para desarrollar nuevas inquietudes creativas como la poesía, la arquitectura o la filosofía. Quosque tandem...! Ensayo de interpretación estética del alma vasca, su escrito teórico más destacable, data de esa época.

En su obra supo conjugar la espiritualidad de los monumentos megalíticos, especialmente los del País Vasco, con las innovaciones de los movimientos de vanguardia. Su labor pedagógica, así como sus aportaciones en el campo de la estética y la teoría del arte contribuyeron a forjar varias generaciones de escultores.

Las puertas

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Eduardo Chillida (1924-2002)

Eduardo Chillida nació en San Sebastián el 10 de enero de 1924. Está considerado como uno de los más importantes escultores del siglo XX. Desde que se diera a conocer en la escena internacional en los años 50, su obra ha quedado representada en los principales museos y colecciones de arte de Europa y Estados Unidos y más de 40 esculturas suyas están repartidas por distintas ciudades del mundo. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1987.

En 1943 se trasladó a Madrid para comenzar la carrera de arquitectura. Cuatro años más tarde abandonó la facultad para dedicarse exclusivamente al dibujo y la escultura. En 1948, buscando un ambiente creativo más propicio al que se vivía en la España franquista, se instaló en París, donde conoció de primera mano la obra de artistas como Picasso o Brancusi. En esta etapa sus esculturas aún estaban influenciadas por la tradición figurativa. Cuando en 1951 regresó al País Vasco, comenzó a trabajar en la fragua de Manuel Illarramendi. En ese contexto realizó la obra, Ilarik, que supuso un antes y un después en su trayectoria artística. Ésta fue su primera escultura abstracta.

A lo largo de sus más de cincuenta años de trayectoria Chillida exploró conceptos como el vacío y el volumen, la luz y la sombra y el límite y la infinitud. El material del que estaban hechos sus trabajos (hierro, piedra, acero, hormigón, etc.) no fue para él un fin en sí mismo. Como tampoco lo fueron las formas que utilizó. Más allá de la materia y la forma, lo que quiso expresar a través de sus obras fue una concepción ética, mística y trascendental de la existencia.

Las vidrieras y la capilla de la reconciliación

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Javier Álvarez de Eulate (1919)

Javier Álvarez de Eulate nació en San Sebastián el 26 de abril de 1919. Estudió dos años en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. De allí llegó a Arantzazu, donde entró en contacto con las obras de la nueva Basílica.

De los artistas que más influyeron en su obra destacan Jesús Vasiano, con quien estuvo en Pamplona durante la Guerra Civil, Ignacio Zuloaga y Valentín de Zubiaurre. Pero la persona que mayor huella dejó en su concepción del arte y en la forma de realizar su obra fue Jorge Oteiza.

Su trabajo artístico se desarrolla tanto dentro de la figuración como de la abstracción, realizando obras de pequeño formato a los que él mismo denominó “post-diluvios”, “diagonales” y “espacios para una aparición” y grandes murales que decoran ábsides de lugares religiosos como el retablo de la Iglesia de San Ignacio de San Sebastián, el de las benedictinas de Oñati y la ermita de la Magdalena en Bergara.

La colorida obra de Álvarez de Eulate refleja la necesidad de lo sobrenatural y recrea un misticismo tangible: “Pretendo elevar al espectador a una realidad superior, llevarlo de lo visible a lo invisible pero real”.

El retablo

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Lucio Muñoz (1929-1998)

Lucio Muñoz nació el 27 de diciembre de 1929 en Madrid. Este representante del realismo madrileño tuvo su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Becado por el gobierno francés, en 1956 viajó a París, donde tomó contacto con la tendencia francesa “Art Autre”, lo que provocó en él el interés por la abstracción. Así, de los inicios realistas, evolucionó hacia el informalismo. Sustituyó el lienzo por la utilización de maderas, papeles quemados y materiales de desecho. En 1962 realizó el gran mural para el ábside de la Basílica de Arantzazu y posteriormente, hacia 1968, su obra varió hacia una etapa más realista. En los años 80 volvió a utilizar la madera en sus trabajos. Sus murales más significativos, junto al realizado para decorar el retablo de Arantzazu, fueron los que creó para el aeropuerto de Barajas y el edificio Indubán de Madrid y el techo de la Casa del Cordón de Burgos.

El Camarín

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Xabier Egaña (1943)

Xabier Egaña nació en Las Arenas el 22 de julio de 1943. A los diecisiete años se hizo franciscano en Zarautz, donde estableció relación con Javier Álvarez de Eulate, autor de las vidrieras del Santuario de Arantzazu. Él fue quien le animó a introducirse en el mundo del arte.

El pintor muestra influencias del cubismo en cuanto a la esquematización de sus figuras y toma del expresionismo los colores fuertes y brillantes. En 1968 trabajó en el taller de Jorge Oteiza durante la realización del apostolado para la fachada de la Basílica. Pueden considerarse como sus obras principales los murales del camarín de la Virgen del Santuario de Arantzazu, el ábside de la parroquia de San Pelayo y el muro conmemorativo de Salbatore Mitxelena de Zarautz. Además, ha expuesto sus obras en Alemania y Puerto Rico.

La cripta

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Néstor Basterretxea (1924-2014)

Néstor Basterretxea nació en Bermeo el 6 de mayo de 1924. En 1936 se exilió con su familia a Francia y, debido al estallido de la II. Guerra Mundial, se trasladaron a Buenos Aires donde el escultor y pintor desarrolló como primera actividad artística el dibujo publicitario. En 1952 regresó y fue elegido para la realización de las pinturas murales de la cripta de la Basílica de Arantzazu. Tras un año de trabajo, la prohibición que paralizó la decoración del Santuario también afectó a Basterretxea y sus murales no pudo terminarlos hasta 1984. Destaca entre los fundadores de dos importantes grupos artísticos: en 1957 formó el Equipo 57 junto a Jorge Oteiza y Agustín Ibarrola, entre otros, y en 1966 el Grupo Gaur junto al propio Oteiza, Eduardo Chillida, etc.

En 1958 superó su etapa pictórica y su actividad principal a partir de entonces ha sido la escultura. Aunque también se ha dedicado a la cerámica, la tapicería, la fotografía y el cine. Sus obras pertenecen en una primera fase al constructivismo y después evolucionan hacia el expresionismo abstracto llenándose de referencias de la mitología y creencias populares del pueblo vasco. Entre sus obras más importantes están el árbol de siete ramas que preside el hemiciclo del Parlamento Vasco, la Paloma por la Paz en San Sebastián y el Monumento al pastor vasco en Reno. Ésta fue la primera escultura sobre lo vasco en los Estados Unidos.